Por varias razones, la excreción en las plantas no es un problema de difícil solución. En
primer lugar, la tasa catabólica en las plantas es mucho menor que en los animales; en
consecuencia, los desechos metabólicos se almacenan más despacio. En segundo
lugar, las plantas verdes utilizan gran parte de los productos de desecho del catabolismo
en sus procesos anabólicos. El agua y el bióxido de carbono, productos de la
respiración, se utilizan en la fotosíntesis; las plantas pueden emplear los desechos
nitrogenados en la síntesis de nuevas proteínas, lo cual reduce su necesidad de
excreción.
En las plantas acuáticas, los desechos metabólicos se difunden libremente del
citoplasma al agua circundante ya que ninguna célula se halla a gran distancia de ésta y
la concentración de desechos en el interior de la célula sobrepasa la concentración de
ésta en el agua. El único producto metabólico que no cumple con lo anterior es el agua,
que no se puede eliminar por ósmosis dadas las diferencias de concentraciones entre la
célula y el medio, lo que favorece un flujo continuo de agua ambiental hacia el interior de
la célula. A medida que el agua penetra, la presión en el interior de la célula llega a ser
equivalente a la presión osmótica, se establece equilibrio hídrico entre el contenido
celular y el medio.
En las plantas terrestres, los desechos como las sales de ácidos orgánicos se
almacenan en la planta; estos desechos pueden ser almacenados en forma de cristales
o disolverse en el fluido de la vacuola central. En las especies herbáceas, los productos
de desecho permanecen en las células hasta que las hojas caen en el otoño. En las
plantas perennes los desechos se depositan en el duramen no viviente del tallo o son
eliminados al producirse la caída de las hojas.
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